Después ayuda
durante un tiempo, a su amigo José María Serra escribiendo pasquines contra la dominación haitiana, le pide a su padre
que le ceda una habitación en el almacén ferretero que éste tenía en Las
Atarazanas y, allí comienza ese maestro de pueblos a enseñarle a todos sus
compañeros: matemáticas, geografía, idiomas, historia, etc., tratando de
mejorar ese nivel cultural tan apagado que había en la juventud, y de elevar su
autoestima, pero, más que nada, insuflarles sus ideales de Patria Libre,
contagiándoles con su entusiasmo, y graduándoles poco a poco, de futuros
próceres de la Patria.
Allí también
les enseñaba esgrima debajo de un árbol, disciplina
muy importante porque, a más de entretenido y entusiasta deporte, era un
arma de guerra de las más útiles de la época. Recordemos que no existían las
armas automáticas y las demás eran lentas y defectuosas, de ahí la importancia
de la espada, el sable y el machete. La esgrima era obligatoria en el Ejército.
Con el paso
del tiempo se da cuenta de que era necesario
algo más que la prédica o la concientización de persona a persona y, entonces,
viene su idea cumbre: la Fundación de la Sociedad La Trinitaria. Un verdadero
ejército secreto que se extendió por todo el país, galvanizando en la
conciencia nacional de que éramos una nacionalidad, y que por tanto teníamos
derecho a ser una nación libre e independiente de toda dominación extranjera.
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