sábado, 15 de junio de 2013

JUAN PABLO DUARTE VIDA Y OBRA

Nace Juan Pablo Duarte y Díez el 26 de enero de 1813 en la casa  ocupada hoy, por el Instituto Duartiano; situada en el Barrio de  Santa Bárbara, en la actual calle Isabel La Católica No. 308, en Santo  Domingo. Hijo de Juan José Duarte, ciudadano español, y Manuela
Díez Jiménez, nativa de El Seybo.

Es bautizado en la Iglesia Parroquial de Santa Bárbara, y desde pequeño se distingue por su afán de aprender; según nos relata su hermana Rosa, se aprendió el catecismo desde muy corta edad y que tenía una clara inteligencia. Recibió clases del profesor Manuel Aybar y de otros maestros de la  época, pero pronto se dieron cuenta sus padres de que no había para él ninguna posibilidad de un aprendizaje adecuado, ya que la ciudad  carecía de facilidades para estudios profundos.

Recordemos que la Universidad estaba cerrada por los invasores ocupantes, y no había colegios de categoría.  Por tanto, su padre resuelve aprovechar el viaje a Europa de un amigo de la familia, comerciante y vecino, Don Pablo Pujols para enviar a Juan Pablo bajo su cuidado a España, donde sí podía adquirir cultura y educación convenientes. Es por eso que salen para Europa en junio de 1829 y llegan al Puerto  de Providence (Rhode Island) en Estados Unidos, el 2 de julio en el bergantín George Washington. Al llegar a Estados Unidos empieza a captar aires de progreso y de derechos del ser humano. Cruza el Atlántico y llega a Inglaterra y a
Francia donde todavía se mantenían vigentes y se apreciaban las luchas y sueños de libertad, igualdad y fraternidad.

Viaja a España y  ahí es, donde narra con sus propias palabras, después que regresa a
su ciudad natal, que recibe el mensaje que más le impresionó. En este regreso de Europa lo recibe la juventud, en el desembarcadero del río Ozama. Todos van alegres hasta la sala de su casa, donde empiezan los inquietos interrogatorios de los jóvenes de entonces. ¿Qué fue lo que más te impresionó de tu viaje Juan Pablo? Y la respuesta es rápida y cortante: “los fueros y libertades de Cataluña, los cuales algún día daré a mi país”. Esa promesa que se había hecho

en el camarote del barco, estaba vigente, e iba a estarlo durante toda su vida. Se había comprometido con su Patria, y ya todos sus grandes esfuerzos serían canalizados en esa misma dirección.

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