miércoles, 5 de junio de 2013

La inobservancia de la perspicacia y claridad de las Escrituras ha traído muchas desgracias al cuerpo de Cristo, por ello es tan urgente que los siervos de Dios sean parte de un pueblo instruido. El fanatismo, la candidez, la liviandad de pensamiento y la ignorancia del Texto Sagrado no tienen ninguna justificación, no obstante hay quienes apoyados en débiles fundamentos creen estar en lo cierto cuando

Propugnan, por ausencia de calado en el conocimiento de las Escrituras aducen que, ¨la letra mata, mas el Espíritu vivifica¨ es hora ya de dejar de usar el texto bíblico de manera irresponsable y descuidada y hacer la firme decisión de adquirir más conocimiento de las Escrituras; un mundo fascinante de información que transmite paz al alma, que da una seguridad que sobrepasa todo entendimiento y que aporta una satisfacción que ninguna otra empresa humana puede aportar. lámpara a mis pies es tu palabra y lumbrera a mi camino¨

Jerusalén es una de las ciudades antiguas más enigmáticas; apasionante, deseable, peligrosa, inspiradora, decepcionante, es imposible paladear el tema de Jerusalén sin percibir de inmediato un sabor agridulce.

Jerusalén fue primero el asiento de las tribus jebuseas, pueblos semitas que habitaban en Canaán. Uno de los personajes más señeros en ser mencionados con relación a la Jerusalén del periodo pre davídico es Melquisedec. Este personaje es mencionado en relación con Abraham el Padre de la fe, y  aparece en un contexto en el que Abraham le expresa admiración y sumisión, pues la Biblia señala que Abraham lo reconoce como sacerdote del Dios Altísimo y a éste entregó Abraham los diezmos de todo. Este acto de entrega de los diezmos es interpretado por el autor de la carta a los hebreos como un reconocimiento de la superioridad de este personaje frente al padre Abraham, dice el autor de hebreos, además que este Melquisedec es una prefiguración de Cristo y un tipo directo del salvador.

PERIODO PREMONARQUICO

Pero después de la época del patriarca Abraham, Jerusalén permaneció en manos de los cananeos y bajo la influencia de la superpotencia de la época, Egipto, por al menos unos setecientos años, pues los israelitas fueron sometiendo a los habitantes de Canaán poco a poco, y Jerusalén, o Jebús, aun habiendo ya un rey en Israel, (Saúl) seguía bajo la dominación cananea. No fue sino hasta la llegada de David que Jerusalén pasó a ser parte integral del territorio de Israel, y posteriormente se convirtió en la Ciudad de David, el asiento de la administración pública y el eje central de la vida religiosa del Israel.

Durante los reinados de Israel y Salomón su predecesor, Jerusalén alcanzó su época de oro pues David se preocupó por construirle una muralla y edificó su palacio y varias dependencias gubernamentales, así mismo Salomón llenó a Jerusalén de esplendor en una época en la que según el autor bíblico, en casa de Salomón y en sus palacios casi todo era de oro sólido y la plata era como piedras, tanta había que no era apreciada.

 Todo el periodo que va desde la época de Adán hasta Moisés es denominado a veces como el periodo de la auto revelación de Dios, es posible que tengas gran interés en profundizar más acerca de estos periodos bíblicos y el desarrollo de la historia sagrada.

Jerusalén permaneció como ciudad independiente muy pocos años, no más de trescientos. Desafortunadamente con el transcurrir del tiempo, se produjo un cisma que dividió a Israel en los dos segmentos naturales que componían la estructura tribal de ese pueblo.

Jerusalén invicta, pero dos capitales:

Israel al norte, con su capital en Samaria, la cual alcanzó su mayor apogeo en época del Rey Omri, a tal punto que Israel en ese periodo llegó a ser conocida como Omrilandia.

La tirantez que hubo entre ambas naciones fue constante a tal punto que una y otra llegaron a aliarse a las potencias de ese entonces las cuales forcejeaban por hacerse con el dominio del territorio israelita debido a la importancia estratégica de dicho territorio.

Al mismo tiempo, con mucha frecuencia estas naciones se veían amenazadas por dichas potencias; Asiria, Egipto, Babilonia, Siria a quienes debieron pagar tributo a fin de conservar algo de su territorio y de su independencia.

El final de la época monárquica

El final de Israel llegó cuando Asurbanipal invadió y destruyó el territorio de Israel, arrasó Samaria su capital y llevó cautivos a sus habitantes a Asiria. Judá y su capital, Jerusalén, lograron retardar lo que inexorablemente había de ocurrir. Debido a las insistentes advertencias hechas por los profetas, quienes amonestaban a los reyes de Judá sobre su conducta y sobre su alejamiento de la ley de Dios, El les anunció que les enviaría gran calamidad de la cual no habrían de escapar.

Todo esto se materializó en el año 587 AC, cuando el rey Nabucodonosor sitió a Jerusalén  por espacio de tres años y se retiró de ella gracias al pago de una fuerte suma de dinero. Pero apenas un año más tarde Nabucodonosor regresó a Jerusalén con el objetivo de no dejar ni  hoja ni rama. La sitió inmisericordemente y cuando los habitantes ya no pudieron resistir más, fue abierta una brecha en el muro de la ciudad de noche, por donde escaparon el rey, sus generales y los nobles, pero fueron alcanzados por el ejército babilonio.

El periodo que sigue a la deportación de los ciudadanos de Jerusalén es sumamente interesante, muchas y muy importantes instituciones se formaron en esta época y es la época que hace conexión entre el periodo intertestamentario  y la etapa post exílica, el retorno de los exiliados y la reconstrucción del templo y de la muralla en tiempos de Nehemías.


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